DISCURSO A LOS INICIADOS

 

Hermano mío: rodeado de tinieblas como estabais, habéis deseado ver la luz,y la luz se os ha dado. Acabáis de ser iniciado en los misterios, cuya majestad augusta, desconocida de los profanos, va a hacer de vos un hombre nuevo, y a proporcionaros el singular favor de penetrar en los secretos de una Institución que el tiempo ha respetado; el tiempo, que todo lo destruye. Las naciones han desaparecido, los imperios han sido sepultados en el olvido, y otras generaciones se han sucedido: todo, en fin, ha cambiado sobre la superficie dela tierra; pero los sagrados misterios, la Masonería, ha podido resistir tantos embates y revoluciones, y llegado pura e inalterable hasta nosotros.¿Necesitamos de otra prueba para demostrar toda su excelencia? ¿Podría alguno dudar de lo estable de su existencia, como de su perpetuidad? Fundada sobre la práctica de todas las virtudes, sobre la moral más austera, será imperecedera como los principios en que se apoya.    Comprenderéis ahora, Hermano mío, toda la importancia de los compromisos que acabáis de contraer en este lugar; habréis visto que no sólo os ligáis con todos los Masones, que desde hoy debéis reconocer como Hermanos,sino también a la gran familia humana, porque no es sólo en el estrecho recinto de nuestros talleres y entre nosotros donde debéis entregaros al ejercicio de las virtudes que os hemos recomendado, sino también en cualquier parte en que os encontréis y os dirijáis, porque en todas estaréis siempre en presencia del G.·.A.·.D.·.U.·., cuyo templo Universal es el Espacio, en donde recibe los homenajes de todos los seres, de los cuales somos nosotros imágenes imperfectas.   

             

Tiene por objeto nuestra sociedad perfeccionar la parte moral del hombre, inclinarle al bien, despertar en él sentimientos de verdadero amor hacia sus semejantes, apartarle del vicio, enseñarle a dominar sus instintos y pasiones, y a cultivar sus buenas inclinaciones en obsequio y provecho de la sociedad. Laverdad, únicamente la verdad es venerada en nuestros Templos, porque ella es Dios, toda verdad y toda vida. Ved la razón por que todas las Logias Masónicas están consagradas a la sabiduría y a las ciencias que nos despojan de las supersticiones que desnaturalizan la mayor parte de los dogmas que forman la esencia de la divinidad, las cuales también nos enseñan que las dificultades que nos han sido necesarias para llegar a ellas, nos deben hacer indulgentes con aquellos a quienes envuelven aún las tinieblas de la ignorancia. Será, pues,nuestro deber ilustrarlos y no abandonarlos a su propia suerte, porque si bien los Masones no pretenden erigirse en maestros del género humano, tal debe ser el ejemplo de sus virtudes y culto digno que tributan al Supremo Arquitecto de todo lo creado, que ellos basten a formar a los hombres y hacerlos útiles a sus semejantes.   

         

Hablaros de culto, Hermano mío, es casi anunciaros que la Mas.·. es una religión, que posee dogmas y rituales particulares. ¡Es que la veneración que tenéis por la religión de vuestros padres ha podido alarmarse a esta insinuación! Tranquilizaos y estad atento a lo que se os revela. No, la Mas.·. no es en sí una religión, en el sentido vulgar de esta palabra, pero sí es el origen y principio de todas las religiones. Porque ¿qué es lo que se enseña en sus talleres? “Que no hay más que un Dios, creador y remunerador, que castiga y recompensa”, y que sin ir más lejos, deja al hombre la elección del culto o forma en que quiera adorar al Ser Supremo, persuadidos nosotros que ninguna religión puede descansar sino en la virtud y en la moral, de las cuales ella recomienda la práctica y el ejemplo; siendo esta la razón por que admitimos en nuestros Templos a todos aquellos que desean recibir la luz, sin informarnos de la religión que profesan, no sólo porque tal proceder sería contrario al objeto de nuestra Institución, sino porque no debemos ser jueces entre Dios y los hombres. Estamos además persuadidos, que el que adora a Dios en “espíritu yen verdad”, practica el bien y se aleja del mal, no puede menos que agradar alS.·. A.·. del U.·. . Tal es nuestra profesión de fe y la regla general de nuestra conducta. No podríamos, pues, adoptar un culto especial, sin comprometer la existencia del Orden.   

         

En los misterios antiguos prevalecía siempre la misma doctrina; los Iniciados vivían entre los idólatras, pero no participaban de sus errores; se sometían al culto público, por no chocar directamente con las preocupaciones de la sociedad, pues su misión, como la nuestra, era de paz; cuidaban de no dar motivo de escándalo, y eran muy circunspectos respecto de los secretos de la iniciación, no dejando por esto de inclinar a los pueblos al estudio y conocimiento de la verdad, bien por el ejemplo de las virtudes que practicaban,o por los escritos llenos de prudencia y sabiduría que circulaban, y que al fin les hicieron conseguir el resultado que deseaban, porque los hombres más razonables e ilustrados, con el transcurso del tiempo rindieron adoración al Ser Supremo, abandonando el ejercicio de cultos, tal vez verdaderos en su origen,pero desfigurados después  por la ignorancia y la mala fe.   

       

Bendigamos, pues, los trabajos de estos ilustres filósofos fundadores de los misterios, cuyos esfuerzos han contribuido eficazmente a esparcir las luces entre los hombres y a hacerles conocer la verdad. Mas, ¡cuántas precauciones no han sido necesarias para hacerse oír de ellos! Fue preciso no extirpar precipitadamente ideas largo tiempo arraigadas. También era peligroso, para los individuos, el ilustrarlos súbitamente, porque de un estado de credulidad sin límites, se les podía conducir a un escepticismo todavía más perjudicial,siendo tal la debilidad de nuestros cerebros que pasamos fácilmente de un extremo a otro.

       

Nuestros primeros maestros comprendieron que era necesario enseñar la verdad con precaución, presentarla desde luego velada, y no descubrirla enteramente sino a medida que se ensanchaba la esfera intelectual del Neófito;razón porque hicieron de la iniciación tantas divisiones o grados. Por nuestra parte conservamos esta misma división, no sólo por respetar la sabiduría de su objeto, sino también porque, siendo una obra tan perfecta, no nos atrevemos a tocarla y debemos conservarle la forma original que prueba su antigüedad.Nosotros añadiríamos, que a pesar de las luces que distinguen nuestro siglo delos que le han precedido, no es inútil esta precaución. Deseosos de aprender,nos detenemos poco a profundizar: corremos de un lado a otro sin examinar si hay escollos en el camino, y sucede con frecuencia, que no llegamos o vamos más allá del objeto que nos habíamos propuesto. Deteniendo al iniciado en los límites trazados por los institutores del Orden, no enseñando sino un corto número de alegorías, le obligamos a ejercitar su inteligencia sobre emblemas que desde luego no le hemos explicado, alcanzando, sin apercibirse, aquella madurez necesaria para darle a conocer los últimos misterios, los cuales conviene dejarlos cubiertos con el velo de la alegoría para librarlos de los tiros incesantes de la ignorancia.   

       

Admiraréis, sin duda, Hermano mío, la regularidad con que los filósofos iniciados han sabido encerrar sus trabajos en las ceremonias de la iniciación, a la vez que éstas eran emblemas del progreso de la civilización, objeto de su instituto.   

         

No me propongo ahora haceros la historia de los misterios antiguos, ni explicaros cómo es que la Mas.·. actual, es una sucesión de aquéllos, porque un asunto semejante merece tratarse separadamente, dejándolo para otra ocasión en que su importancia pueda ser considerada con la extensión que no nos permite el corto tiempo que nos queda.

       

Si frencuentáis nuestros talleres con la constancia que esperamos de vos, y asistís regularmente a nuestros trabajos,oiréis sobre esta materia oradores inteligentes que tal nada os dejarán que desea respecto de la historia y tradiciones que han llegado hasta nosotros.   

         

Después de lo que acabáis de oír, Hermano mío, no os sorprenderán las dificultades que tienen que vencer todos aquellos que intenten penetrar en nuestros Templos, las pruebas por las cuales les hacemos pasar, y el secreto que observamos en todo lo que haga relación a nuestros misterios. Conoceréis más tarde todo lo que encierra de grande y de sublime, y entonces podréis también comprender mejor cuán dignos son del aprecio imparcial del filósofo y del amigo de la humanidad, cuyo carácter podéis revestir desde ahora. Esperad a que llegue este momento; entretanto, escuchad la primera instrucción que mis funciones en L.·. me obligan a daros, no olvidando las diversas circunstancias de vuestra recepción.   

         

Al llegar habéis sido conducido a un recinto oscuro en que os habéis visto rodeado de despojos humanos, imagen de la destrucción que nos aguarda.Delante de vos estaban el agua y el pan, alimentos naturales del hombre. Este cuadro ha debido recordaros que la vida y la muerte son dos leyes de la humanidad, y que al lado de la disolución está la reproducción. Hemos querido despertar en vos estas reflexiones para prepararos a los grandes misterios deque vos debéis ser el objeto, los cuales os conducirán a la contemplación. En aquel lugar de silencio y meditación os hicieron tres preguntas a las cuales debisteis contestar y que eran las mismas que se hacían en las iniciaciones antiguas: deseábamos saber qué juicio habíais formado de los deberes a que dichas preguntas se contraen; de vuestra contestación pendía admitiros en nuestros misterios o rechazaros inmediatamente: hemos tenido el placer de reconocer en vos sentimientos nobles, al mismo tiempo que se os ha presentado la ocasión de meditar sobre ellos. No dudamos que habréis comprendido el objeto de esta fórmula preliminar, pues aunque no nos podemos lisonjear de ser perfectos, ponemos por nuestra parte el cuidado de no admitir en nuestra sociedad sino a aquellos individuos cuyo corazón nos parece dispuesto a recibirlas impresiones que son capaces de inspirar las grandes virtudes que deben adornar al Masón.            

 

Desde este momento empezaron para vos las pruebas por las cuales habéis pasado. Todas ellas son alegóricas. Habéis vos mismo representado en ellas al hombre en su estado natural o salvaje, despojado de todo saber, ignorándolo todo, y sin que pudierais comprender cosa alguna de las que estaban presente a vuestra vista, os despojaron de todos los metales y os vendaron los ojos para haceros más solemne la impresión que recibíais en aquel momento y también más verdadero el emblema. Os hicieron retrogradar a una época de la sociedad en que el hombre no tenía conocimiento alguno de las artes, ni del uso siquiera el vestido que hoy usamos para cubrir nuestro cuerpo; os hicieron abandonar el vuestro, y en este estado, fuisteis conducido al T.·., que representa la reunión de hombres sabios y virtuosos cuya misión es civilizar a los pueblos. Antes de entrar se os preguntó quién erais y qué deseabais, y las contestaciones de vuestro guía, haría inútil el detenerme sobre este punto.   

         

Pedisteis la luz, mas era necesario que antes de recibirla os hubierais hecho digno de ella por las pruebas que se exigían de vos. Comprenderéis que el hombre no se ilustra sino por el estudio, al cual es preciso entregarse con ardor,sobrellevando los contratiempos y tratando de vencer las dificultades que puedan presentarse. Os hicieron viajar, y no me detendré sobre la significación de vuestros viajes porque ya el Venerable Maestro os ha dado la instrucción que podíais desear.   

       

Las purificaciones por las cuales habéis pasado, os traen a la memoria las que estaban en uso entre los iniciados antiguos, quienes realmente atravesaban por medio de ríos y hogueras encendidas al ser purificados por el agua y el fuego,pruebas que eran a no dudarlo un peligro verdadero, de las cuales sólo podía libertarse por un exceso de valor y de constancia. Circunstancia que debe recordar al aspirante que no basta poseer alguna instrucción para ser útil a sus semejantes, sino que además, es preciso tener un corazón puro y el valor del hombre virtuoso que saber huir de los vicios, si quiere merecer el aprecio de sus Hermanos.   

 

Terminados los VV.·., os dieron al fin la L.·., quedando de este modo satisfechos vuestros deseos. ¿Qué visteis entonces?    Sólo una reunión HH.·., No Veréis en esto más que la imagen del pacto que celebran tácitamente los hombres al reunirse en Sociedad, obligándose cada uno de ellos a defender y proteger, así a sus individuos, como a la comunidad entera contra el enemigo común; a someterse a las leyes propias a su conservación y a depositar su parte de libertad entre las manos de sus conciudadanos, como garantía de los compromisos que ha contraído, y para gozar con toda seguridad de la tranquilidad y bienestar que un sacrificio semejante podrá proporcionarle; y he aquí que un resultado igual será la recompensa de la obligación que os liga desde hoy a nuestra Orden, en la cual tenéis derecho desde este instante a participar de todos nuestros placeres y entretenimientos, derecho que es igual para todos, porque entre nosotros no se conocen las distinciones sociales, ynuestro jefe, a quien rodeamos de respeto y veneración, no es más que el primero entre sus iguales: tal ha debido ser la costumbre durante el período dela primitiva organización de la Sociedad. No creáis que las decoraciones de que véis revestidos a muchos de nuestros Hermanos, tienen otro carácter que el de simples recompensas a la virtud y al saber, que estamos obligados a emplear en la instrucción y adelantos de nuestros Hermanos; deberes que cesan después decierto tiempo y pasan a otros Hermanos a quienes cedemos el puesto que habíamos ocupado, pues todos los destinos entre nosotros se acuerdan por libre elección y tienen un período determinado, sin que el amor propio de los unos ni de los otros deba engreírse ni sonrojarse. Tales son nuestras leyes y nuestros usos. ¡Felices las sociedades que puedan disfrutar de costumbres tan inocentes! Y más felices todavía si fuera dable a los pueblos gobernarse sólo por ellas, pues verían renovada la edad de oro  que ha desaparecido para no volver jamás. Os Prevengo ahora, que cuando más adelante seáis llamado a tomar parte  en la administración pública, no olvidéis en ningún caso que los hombres han nacido iguales y que deben serlo delante de una ley irrevocable por su naturaleza, la cual no hace excepción de personas.   

         

Al aceptaros como H.·. se os ha revestido de un traje que es emblema del trabajo entre nosotros, pero que antes debe recordarnos el primer vestido que elhombre ha debido haber usado, el cual ignorando las artes, se ha cubierto con pieles para preservarse de la intemperie; y esta circunstancia se os ha querido indicar al vestirlos con una de ellas. Ya veis, Hermano mío, que todo entre nosotros tiene su significación, velada con una alegoría análoga a la instrucción que se os quiere dar. La blancura, pues, del delantal os enseña que debéis tener horror a toda efusión de sangre, y que no debéis derramar la vuestra sino en defensa de vuestra patria, que sólo puede autorizaros para ello, debiendo tratar de ahorrar, aun en la guerra más justa, la de vuestro enemigo, sin ningún peligro se sigue a la causa que defendéis. Tratad de ser humano, y de considerar a todos los hombres como Hermanos, si queréis que el derecho que os asiste sea más respetado, y si deséais conquistar la admiración por vuestras virtudes.   

         

Creo, Hermano mío, haberos dicho bastante sobre el objeto de nuestra Institución, dejando a vuestra inteligencia el cuidado de meditar sobre los objetos importantes que han debido ocupar vuestra consideración.    Nosotros, por nuestra parte, nos felicitamos al comunicaros la primera luz; esperando que vuestras virtudes harán siempre lisonjearnos de haberos facilitado la entrada en la gran familia de los iniciados, los cuales se hallan esparcidos sobre la superficie de la tierra, y de haberles dado un Hermano que los amará, y que en todos tiempos podrá justificarse de que es digno del título que en nombre de la Fraternidad le hemos conferido.    Bendigamos, Hermanos míos, al G.·.Ar.·. del Univ.·. por los trabajos de este día, y que sea del mismo modo bendito y ensalzado en su mansión celestial.